30/5/11

El habitat de las creencias

Informe nº 1 de XR2323B al Instituto Intergaláctico de Ciencias Universales de Nebus

Los humanos no están cómodos en la ignorancia. Les produce un desasosiego interno que los lleva a suplir lo que no saben con creencias. Están dotados de un sentido común que les sirve para percibir, sobrevivir y explicarse el mundo inmediato que les rodea, pero que a su vez les dificulta saber las causas de las causas. Para esas explicaciones mediatas usan las creencias.
Como no se resignan al tiempo finito de cada una de sus vidas, son devoradores de la totalidad del mundo, cada uno se ve en la obligación de saberlo todo, y lo que es peor, difundirlo. Así, existen multitud de individuos profesionales de la opinión, que bajo cualquier excusa, o cualquier retal de conocimiento parcial, contribuyen a generar una moda de creencias. Es toda una industria llamada medios de comunicación.



Pocos individuos saben que la Tierra es redonda, solo lo creen, porque hasta de los datos ciertos extraen creencias. Su sentido común les indica que es plana. Pero creen que es redonda porque es la moda dominante. La creencia es independiente de los hechos, aunque coincidan.

Si de algo no tienen información se reconfortan atribuyéndolo a seres imaginarios que construyen en su mente. Y a esos seres imaginarios los dotan del poder de transformar el mundo físico. No acaban de distinguir entre lo que está dentro de sus cabezas y lo que está fuera.

Con esto pueden construir sistemas de representación mental que llaman ideologías. Su voracidad por dotarse de estos sistemas es tal que incluso los hechos que no encajan en estos esquemas son ignorados, minusvalorados o atribuidos a unos individuos conspiradores que representan el mal.

Difícilmente pueden sobrevivir sin dioses y demonios. Y elaboran religiones y corrientes políticas para edificar su mundo mágico. Todo esto lleva a rituales de adhesión grupal para reforzar el autoconvencimiento, porque los humanos prefieren equivocarse en grupo. Temen la soledad. Los mitos son acogedores porque son colectivos. Los saberes son fríos y solitarios.

El error, lejos de reconocerlo como método científico, lo ocultan como vergonzante. Cada uno se autoimpone la obligación de ser un dios infalible ante los demás, y con cada error persisten en cometer más errores, no sé si con la esperanza de que dos errores constituyan alguna clase de acierto.

Lo peor es cuando con su mundo de ideas quieren transformar la realidad. Imaginan mundos ideales –utopías las llaman– y tratan de encorsetar el comportamiento de cada individuo al patrón grupal, ignorando su la propia naturaleza humana, su libérrima animalidad. Los poderosos no se fían de sus súbditos y, atrapando sus voluntades, quieren guiarlos por la senda del bien colectivo, pasando por alto el bienestar de cada uno de los miembros. Naturalmente esto ocasiona guerras.

Los humanos han demostrado un cierto confort siendo esclavos, pero hasta cierto punto… ese mismo cerebro que les bulle de ideas les lleva a tropezar con la rebelión, la ruptura revolucionaria de sistemas sociales sacralizados. Su extrema curiosidad no les permite pasar por alto un agujero sin asomarse o meter el dedo.

Para nosotros los nebusianos es difícil entender todo esto. Para explicarlo a nuestros alumnos podríamos decir algo así:
En una masa ondulada de agua los humanos son capaces de ver el agua por un lado y abstraer las ondulaciones de la misma en un sistema de representación mental. Pero en su enajenación pueden desear mentalmente un sistema ondulatorio alternativo y pretender que el agua o cualquier otro fluido se comporte conforme a sus ensoñaciones: Que el agua dibuje una cruz en sus ondas, o que escriba la palabra Paz, o cualquier otra cosa.

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